(Sobre
el proyecto de nueva Ley de Educación)
Mucho
ha llovido desde que aquel ministro de Franco de nefasta memoria
decía altito y claro, con la osadía que solo proporciona la
ignorancia, aquello de “más gimnasia y menos Latín”. Mucho ha
llovido porque, desde 1969, muchas cosas han cambiado en nuestra
arena política. Pasamos de la dictadura que no pedía permiso al
pueblo a una democracia que sí que al menos lo tenía en cuenta; a
otra en la que el miedo a perder votos limitaba las ambiciones y
obligaba a guardar las formas; finalmente, a una extraña forma de
gobierno en la que el pueblo ha elegido a unos representantes que no
difieren demasiado de aquellos de la dictadura, ni en el fondo ni en
los términos.
Claro
que las pequeñas diferencias pueden ofender a la ciudadanía que,
habiéndolos votado o no, siempre merece un respeto, por simulado que
este sea. Y esas pequeñas diferencias residen en la jactancia, en el
exhibicionismo de riqueza y poder, en la prepotencia. En el fondo,
puesto que a diario nos van privando, uno a uno, de todos los
derechos adquiridos en estos años en los que ha llovido tanto; nos
van privando de nuestros puestos de trabajo y de nuestros salarios;
de nuestra dignidad de profesionales y personas, en resumen.
En
la forma: hasta una fecha que podríamos situar en la época en la
que ya la democracia estaba ya más que asentada, en la que ya no
temía nadie un golpe de estado que nos retrotrajera a tiempos
pasados y concluidos, los políticos guardaban las formas. Guardaban
las formas porque pensaban que el respeto era imprescindible, o al
menos necesario y, también, porque sabían hablar.
Ahora
una burda paleta (aunque investida diputada) grita desde el hemiciclo
“que se jodan”. Y la polémica está servida. Parece que lo
importante es a quién va dirigido el ex-abrupto. Y, en efecto, lo
es, es importante, pero no es “lo importante”. A esta señora la
apercibieron por el fondo, no por la forma. Y esto es lo primero que
resulta intolerable, salvo que la señora fuera víctima de una
ofensa y se refiriera al castigo de sus ofensores (siempre en la
esfera de lo privado). Y esto solo es un pequeño detalle. Las
expresiones de nuestros gobernantes darían para un estudio muy
amplio.
No
hay formas porque no hay ética, no hay formas porque no hay
estética. No hay ética porque no se respeta a los demás
(especialmente si los demás son tu electorado o el pueblo cuyos
derechos y bienestar tienes el deber de defender). No hay estética
porque esos no son modales.
Y,
lejos de intentar cultivar ética y estética en nuestros ciudadanos,
la LOMCE, la nueva ley de Eduación,
marca un rumbo contrario a ambos conceptos. Es una ley claramente
orientada hacia el materialismo y el desconocimiento, que niega los
valores de la creatividad, del humanismo, de la solidaridad y la
convivencia equitativa. De valores que se asentaron hace miles de
años, gracias a los cuales sus señorías están donde están, en
esa posición de privilegio, olvidando que no son otra cosa que
servidores del pueblo.
El
Arte y el Humanismo son liberadores. El Arte, el único bien que el
ser humano deja tras de sí, puesto que por lo demás es la plaga del
planeta, lo dignifica, da sentido a su existencia: escuchar buena
música, mirar un cuadro largo tiempo, leer poesía, transportarte en
el tiempo gracias a un relato o novela, sentir que eres mejor, que
eres otra persona, muchas personas..., son placeres simples y
gratuitos, carentes de materialismo.
El
Humanismo: los griegos sentaron las bases de nuestra convivencia, de
nuestra cultura. Ellos y los romanos, de nuestra lengua, que es lo
mismo que decir de nuestro pensamiento. El latín es exacto y puro,
el griego es escurridizo, bello, inabarcable: la lengua de la
filosofía. Saber algo de ambas lenguas es comprender mejor el mundo,
mirar de otra manera al ser humano.
Al
lado de estas enseñanzas, o en su misma base, la Ética y la
Ciudadanía no deberían siquiera proponerse como opciones. La
esencia de la educación es formar seres humanos capaces de vivir y
convivir con dignidad, siendo razonablemente felices y haciendo
razonablemente felices a los demás, queriendo y teniendo lo justo y
necesario.
Pues
bien, la nueva ley elimina el bachillerato de Artes
Escénicas, Música y Danza, manteniendo
un único Bachillerato de Artes que no incluye ni una sola materia de
estas especialidades, sino sólo de artes plásticas, imagen y
diseño. Sin ningún motivo, puesto que, como dice el presidente de
FEDADI1,
José Antonio Martínez: “Son
bachilleratos muy rentables, la demanda supera con mucho la oferta en
los institutos que los imparten y además el alumnado tiene un
rendimiento por encima de la media. No son especialmente costosos
porque son pocos institutos los que ofertan esa vía, pero resultan
exitosos social y académicamente".
Supone
también un grave perjuicio para las Lenguas Clásicas: La Cultura
Clásica de 3º / 4º de E.S.O. desaparece. El
Griego queda relegado a la categoría de materia optativa de oferta
no obligada para el Bachillerato de Humanidades. También sin un
motivo aparente.
También
desparece del currículo cualquier rastro de Educación para la
Ciudadanía. Una decisión puramente ideológica conllevará la
eliminación de la Ciudadanía de primaria, Ética y Ciudadanía de
cuarto de ESO y la desaparición del apellido de Ciudadanía a la
Filosofía de primero de bachiller.
¿Qué
tipo de ciudadanos pretende formar la nueva ley? La educación, cada
vez más, queda relegada a las aulas. Los padres delegan en los
educadores, la sociedad en su conjunto no cumple ningún papel
formativo. Los medios lanzan mensajes contrarios al valor del
esfuerzo, del trabajo, del conocimiento. Los triunfadores que la
televisión nos presenta son tipos y tipas zafios, desfachatados, sin
noción alguna de lo que pueda ser un código moral o de decencia.
Triunfan los trepas, los que se acuestan o dicen acostarse con, los
que solo saben dar una patada a un balón, los estafadores o los
enchufados... Triunfa y aplasta el señor dinero.
Y
creo que lo que se pretende es formar no a ciudadanos, sino a
adoradores y esclavos de ese “bien” supremo.
1Federación
de Directores de Instituto
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